No casualmente,
en los últimos tiempos comenzó a rondar mi cabeza una reminiscencia de mis años
niños; sentí después de tanto tiempo la omnipresencia de “Titanes en el Ring”.
Alguno dirá livianamente que es una regresión infantil, nada mas ajeno; es un
ejercicio de racionalidad, justo y necesario, asumido como autodefensa, para no
caer en el embrutecimiento, el mismo que ha alcanzado de manera grave, quizá no
irreversible, a la masa acrítica que deglute con fruición la “propuesta
chatarra” servida en bandeja por el “periodismo” que “informa” y “editorializa”
por “cuenta y orden” de las empresas concentradas de la “comunicación”.
Antes de
contar, a todos, a que viene este párrafo, me permitiré describir a los jóvenes,
que cosa era “Titanes en el Ring”, para que estén en igualdad de condiciones
con quienes vivimos ya alrededor de seis décadas y lo tenemos en claro.
Con ese
nombre, a partir de 1962, se difundía con éxito arrasador, un programa
televisivo de lucha libre, pergeñado a imagen y semejanza de los decadentes
espectáculos itinerantes estadounidenses de ‘westlring’ bajo la modalidad
denominada ‘Catch as catch can’ que se promocionaba y pretendía ser, la
trasmisión de un improbable “campeonato mundial de catch”; encabezado a
perpetuidad por un inefable personaje, Martín Karadagián, que se presentaba
como el incomprobable “campeón del mundo” de la especialidad, título obtenido
en un imprecisado certamen ecuménico.
Sus “épicos”
combates, desarrollados contra oponentes representativos de “tribus” de todos
los estereotipos “culturalmente establecidos”, eran guionados y escenificados de tal manera, que mantenían la
tensión de sus espectadores mediante el remanido y repetitivo recurso de un
desarrollo desfavorable hasta el paroxismo, seguido de un abrupto e imprevisto
desenlace exitoso, que hacía justicia a nuestro “héroe”.
El éxito del
programa era tal que durante la semana jugábamos con nuestros compañeros de
aula a “reproducir” los combates de la pasada transmisión, mientras esperábamos
ansiosamente que llegase el viernes, día de su propalación, para retirarnos prestamente
del colegio, prometiéndonos la fiel observación de la futura emisión.
Demás está
aclarar, que creíamos ciegamente en la veracidad de todo lo que mostraba el
programa, como así también en la limpieza e impredictibilidad del desarrollo de los combates; refutando
airadamente cualquier vano intento, de algún “iluminado”, por hacernos ver la
realidad, esto es, que el supuesto “campeonato” era un ‘show’ y los “combates” una escenificación coreografiada,
con desarrollo y desenlace
preestablecidos en un libreto. Nada de esto hacia que dejáramos de ver “nuestro”
programa.
Habiendo
dejado, creo, suficientemente explicado, para los más jóvenes, en qué consistía
el programa y nuestra ciega y acrítica fidelidad al mismo; esperando que los más viejos, hayan
aprovechado la descripción evocativa, para recordar. Quiero ahora hacer
partícipes a todos, jóvenes y viejos, de la similitud de aquel proceder,
achacable a la inmadurez de nuestros
pocos años, con cierto comportamiento de nuestra sociedad actual, a la que ya
no se podrá justificar de la misma forma, puesto que, en este caso, su “credulidad”
deberá ser atribuida a ‘zoncera’ y/o ‘tilinguería’.
¿Qué es
sino, el comportamiento que presentan estos “credulones” ante la evidencia
incontrastable de noticias falsas, operativos armados y shows periodísticos? Demostrémoslo
con un puñado de casos concretos:
Noticia: “Boudou entro a Uruguay por Carmelo
con varios bolsos sin pasar por migraciones”
Realidad: Durante ese tiempo Boudou presidía
en el Congreso una ceremonia de imposición de honores a Lula Da Silva.
Noticia: “Cristina convocó de emergencia a
sus colaboradores durante la noche en Olivos”
Realidad: La Sra. Presidente se encontraba
descansando en Calafate durante la noche en que decían que se reunía en Olivos.
Operativo: Entrevistamos a dos ‘sicarios’ que
describen sus crímenes.
Realidad: Los “crímenes” contados (asesinatos)
no coinciden con ninguna actuación judicial (no existen) y los supuestos
sicarios se “entretienen” en desacreditar el “nuevo” (que no existe) Código
Penal.
Show: Estamos entrevistando ‘en vivo’ a
dos “motochorros” que nos cuentan como desarrollan sus actos delictivos.
Realidad: La policía se constituye en el
estudio televisivo y detiene a los supuestos delincuentes, comprobando por
declaración de la producción del programa y de los involucrados, que son dos “extras”
contratados por 300$ cada uno, para “recitar” un libreto.
¿Cómo
reaccionan los “credulones” ante estas evidencias a todas luces incontrastables? ¡Igual que como reaccionábamos
nosotros durante nuestra niñez! Creen en
el relato a todas luces guionado y se refutan cerrilmente de atender a la
concreta realidad.
Como ya
dijimos, nuestra disculpa era la inocencia infantil, a cuyo remedio acudió la
naturaleza con el auxilio de la madurez. En cambio la reparación para la “zoncera”
y la “tilinguería” no es tan natural, exige el esfuerzo del sacrificio personal
para mejorar, acompañado del sano orgullo que se imponga cada quien, para
autoexigirse no ser un infeliz “tarambana”, fácil juguete de la manipulación de
cualquier “operador” malintencionado.
Para
finalizar quiero dejarles para su reflexión, la idea-frase que despertó el
pensamiento que intenté transmitirles con este artículo.
“El periodismo de medios concentrados se volvió como el ‘Catch as Catch Can’. ¡Todos
saben que está ‘arreglado’ pero igual lo miran!”
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