La evolución del acontecer social nos lleva en estos días
a la repetición serial de situaciones ya superadas, aunque no tan aprendidas;
ya que propuestos conductores “renovadores”, recomendados con bombos y
platillos por los medios del poder hegemónico, buscan afanosamente embrutecer a
nuestra sociedad mediante la cínica proposición de “renovarse” o modernizarse,
mediante el retorno a “novedosos” métodos de justicia como la venganza y la
punición por mano propia, agravado mayormente por la particularidad de
incitarlos a actuar en grupo, conformando “bandas o patotas justicieras”.
Ante tal situación creo necesario recordar que
cualesquiera de estas formas de acción se encuentran tipificadas como delitos
y son procederes ya superados por la evolución humana.
Como todos conocemos por su antigüedad y por su estribillo
propositivo del “ojo por ojo y diente por diente” a la Ley del Talión, no creo
sea necesario su descripción, aunque es válido y justo acotar que como su proposición lo dice, la pena es proporcional al delito, por tanto, es mas civilizada que estas incitaciones bárbaras ; por lo que me limitaré a dar una somera
descripción del salvajismo denominado linchamiento, con la esperanza de disuadir a quienes hayan sido
seducidos por la vileza de las mencionadas propuestas de “renovación”.
Linchamiento es la ejecución sin proceso legal
por parte de una multitud, a un sospechoso o a un reo. Puede producirse sin
llegar a causar la muerte a la víctima, aunque esa sea taxativamente la intención inicial de
la agresión.
Naturalmente, es un acto que está fuera de la Ley, penado para proteger el orden público, ya que
el Estado debe defender su monopolio de la fuerza (ius puniendi). Se puede producir
de forma espontánea por reactividad social ante la conmoción motivada en un
delito concreto. Sin embargo, lo más usual, es el desborde multitudinario
resultante de la incitación premeditada, llevada adelante por grupos de poder
interesados, por sus motivaciones de índole racista, religiosa, política, etc.;
esto incluye campañas planificadas con
antelación.
Se puede dar tanto en el medio rural como el urbano. Se trata
de evitarlo generando la conciencia del
Estado de Derecho. Es necesario disuadir, mediante la divulgación del hecho,
que resulta común, que sean planeados por grupos de interés y producto de
acusaciones falsas.
La palabra tiene su origen en el vocablo inglés lynching,
al parecer originado a partir del apellido irlandés Lynch. Existen dos teorías
al respecto. La primera, que se debe a James Lynch Fitzstephen, alcalde de
Galway (Irlanda) en el siglo XV, quien se hizo famoso cuando en 1493 hizo
ahorcar a su propio hijo tras acusarlo del asesinato de un visitante español.
La segunda teoría se refiere a Charles Lynch, juez del estado estadounidense de
Virginia en el siglo XVIII, quien en 1780 ordenó la ejecución de una banda de
lealistas sin dar lugar a juicio.
La práctica del linchamiento se produjo en los Estados
Unidos, principalmente a finales del siglo XVIII y hasta la década de 1960. Los
linchamientos ocurrieron con mayor frecuencia en el Sur de Estados Unidos desde
1890 hasta la década de 1920, con un pico en el número anual de 1892. Sin
embargo, los linchamientos eran también muy comunes en el Viejo Oeste.
La Universidad Tuskegee ha registrado que 3.446
afroamericanos y 1.297 blancos fueron linchados entre 1882 y 1968, algunos de
estos linchamientos fueron realizados por grupos extremistas como el Ku Klux
Klan. Los Estados del Sur crearon nuevas constituciones entre 1890 y 1910, con
las disposiciones que los privaron de derechos a la mayoría de los negros, así
como muchos blancos pobres, incluidas las leyes de Jim Crow. Las personas que
no votaron fueron excluidas de servir en jurados, y la mayoría de los negros
estaban excluidos del sistema político oficial.
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