domingo, 6 de octubre de 2013

EL GATAFLORISMO COMO LO VEO

Por

Hernan Dearriba

Será consecuencia de esa histórica mirada europeizante que desechaba lo nacional en todos los planos de la producción, desde lo cultural hasta lo industrial, siempre exaltando lo que llegaba de afuera. O será todo junto más la necedad de oponerse rabiosamente, sin importar las causas, los costos y las consecuencias para el país. Simplemente por estar en contra.
 
Esa voluntad de oponerse a todo es difícil de comprender y explicar. Lo cierto es que Uruguay viola un tratado internacional y habilita un incremento de la producción de pasta celulósica a la pastera UPM, pese a que la Corte Internacional de La Haya lo obliga taxativamente a consensuar ese paso con Buenos Aires, y la responsabilidad de esa determinación unilateral es de la errada política exterior argentina.
 
Un fiscal oriental denuncia ante la Justicia de Montevideo que la pastera y la administración que encabeza José Pepe Mujica tienen un acuerdo secreto que nunca fue publicitado; y buena parte de las fuerzas políticas de la oposición se encolumnan en la Argentina detrás de la postura uruguaya sólo para cuestionar la incapacidad de la Cancillería y de la mismísima presidenta Cristina Fernández de negociar un acuerdo que evite el conflicto, acuerdo que sólo puede llegar traicionando la posición de los argentinos que sufrirán las consecuencias.
 
Mujica ofrece un discurso impecable contra el consumismo y los poderes económicos en las Naciones Unidas, pero luego se rinde frente a las presiones de una multinacional que lo extorsiona con despedir trabajadores salvo que se amplíe la autorización de producción, pero el gobierno argentino es contradictorio.
 
El PRO de Mauricio Macri y el Frente Renovador de Sergio Massa no dudaron un instante en defender la posición uruguaya, con esa costumbre de confundir los intereses del país con los de la fuerza política gobernante.
 
Es la campaña electoral por sobre los intereses nacionales. Son los comentarios agresivos y desembozados contra Néstor Kirchner y Cristina Fernández de un Sergio Massa jefe de Gabinete en la embajada de los Estados Unidos, ante la mirada azorada de los funcionarios de eses país que refleja Argenleaks.
 
Eso sí, no se puede decir que no haya una línea de conducta. Integrantes de esos espacios políticos propusieron antes llevar adelante una colecta para recuperar la Fragata Libertad retenida ilegalmente en Ghana producto de una acción judicial de los fondos buitre.
 
No importaba que la condición de buque de guerra de la Fragata la tornara inembargable y que la causa judicial tuviera pies de barro y estuviera armada a la medida de los fondos buitre, en realidad todo era responsabilidad de las autoridades argentinas que habían llevado el buque escuela de la Armada hasta ese puerto.
 
Paul Singer, un inversor estadounidense con fuertes vínculos con la política de ese país compra bonos argentinos a precios basura y luego reclama ante los tribunales el valor original más los intereses y las costas.
 
La justicia de los Estados Unidos falla contra la Argentina y la responsabilidad es de la administración kirchnerista porque tiene una política errática frente a los fondos buitre a los que sería mejor pagarles la deuda para salir de la condición de defaulteadores. No se trata de un juego de lobbies y presiones, sino de la impericia de la presidenta Cristina Fernández que se anima a cuestionar políticamente que la justicia estadounidense intente condicionar las decisiones soberanas de los argentinos para beneficiar a un reconocido inversor con aceitados vínculos en el Capitolio.
 
No importa que quienes sostengan esa posición sean los que construyeron las condiciones para la quiebra del país y en algunos casos sostengan que hay que volver a aquella política de endeudamiento, achicamiento del Estado y apertura rabiosa de la economía, es que ahora las cosas se hacen mal. No, mal no. Muy mal.
 
Que si el Estado argentino negocia con la República Islamica de Irán un resquicio para que la causa en la que se investiga el atentado a la sede de la AMIA pueda tener un avance luego de años de parálisis, estamos en una situación de alta traición a la patria porque se entrega la soberanía.
 
Claro que si Barack Obama levanta el teléfono para hablar con el presidente de Irán, Hassan Rohani, es una decisión histórica que revela su estatura de estadista. Tendríamos que aprender del premio Nobel de la Paz capaz de mantener ese no lugar que es la cárcel de Guantánamo a contramano de todos los tratados internacionales y ratificar la condición de gendarme del mundo de su país a sangre y fuego.
 
La nomina de incordios a la que estamos sometidos es extensa y podría incluir también el respaldo a la decisión británica de realizar un plebiscito entre los habitantes de las Islas Malvinas, votación que sólo cosechó el apoyo de los partidos de la oposición argentina, porque fue desconocido por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y todos los foros internacionales.
 
Somos capaces de defender con fervor la militancia de una joven argentina enrolada en Greenpeace en las aguas del Mar del Norte para impedir que Rusia explore petróleo en aquellos lares; pero nos parece bien que UPM vierta al río Uruguay lo que quiera, simplemente porque el Riachuelo está todo podrido y entonces no tenemos autoridad moral para reclamar a Montevideo que cuide las aguas binacionales. Lo mismo con Malvinas, la AMIA, los fondos buitre y la mar en coche.
 
El sonsonete sigue. Deberíamos aprender de Uruguay que entrega computadoras a los escolares. Bueno eso ya se hace aquí pero, claro que desperdiciando la plata de los jubilados.
 
O tal vez deberíamos tomar el ejemplo de Brasil, que lanzó la política de hambre cero de Luiz Lula da Silva. Bueno eso también se hace aquí con la Asignación Universal por Hijo, pero en realidad se trata de una medida populista y clientelar que no persigue el bienestar de la población sino que está pensada para conseguir votos. Aun a expensas de que esa inversión social se vaya por la canaleta del juego y de la droga, como supo profetizar el senador radical Ernesto Sanz.
 
Porque es mejor siempre negociar con los poderes concentrados, porque eso aporta a la seguridad jurídica y al clima de inversión, porque tenemos que aprender cómo se hacen las cosas afuera. Ese fue el sonsonete que durante 25 años formateó la cabeza de los argentinos.
 
Estos diez años de kirchnerismo generaron una verdadera reconstrucción en el terreno arrasado que dejó aquel paradigma de apertura indiscriminada y fascinación externa. Hay todavía dolorosas deudas pendientes y hay también errores que deben ser corregidos.
 
Pero seguramente no se hará sobre la base de pensar que cada paso que se da es un error. Porque esa es ni más ni menos la extensión al infinito de la política del gataflorismo. Una verdadera construcción sociológica de una sociedad autodestructiva, que no cree en su capacidad, que está destinada a fracasar.
 
O eso es, al menos, lo que están empeñados en hacernos creer.

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