jueves, 20 de septiembre de 2012

LA ETERNA TILINGUERIA


"¿A mi me la vas a contar?" - Enrique Santos Discépolo, en 1951, por medio de su entrañable personaje "Mordisquito" hacia una sátira mordaz del eterno "medio pelo".
 
Juzguen por ustedes mismos si, cambiando solamente el TE DE CEYLAN y el QUESO DE HOLANDA de esa época, por el DOLAR y los VIAJES AL EXTERIOR de hoy, no tenemos la misma expresión de la tilingueria en ambas épocas.

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“Resulta que antes no te importaba nada y ahora te importa todo. Sobre todo lo chiquito. Pasaste de náufrago a financista sin bajarte del bote. Vos, sí, vos, que ya estabas acostumbrado a saber que tu patria era la factoría de alguien y te encontraste con que te hacían el regalo de una patria nueva, y entonces, en vez de dar las gracias por el sobretodo de vicuña, dijiste que había una pelusa en la manga y que vos no lo querías derecho sino cruzado.

¡Pero con el sobretodo te quedaste! Entonces, ¿qué me vas a contar a mí? ¿A quién le llevás la contra? Antes no te importaba nada y ahora te importa todo. Y protestás. ¿Y por qué protestás? ¡Ah, no hay té de Ceilán!.

Eso es tremendo. Mirá qué problema. Leche hay, leche sobra; tus hijos, que alguna vez miraban la nata por turno, ahora pueden irse a la escuela con la vaca puesta. ¡Pero no hay té de Ceilán! Y, según vos, no se puede vivir sin té de Ceilán. Te pasaste la vida tomando mate cocido, pero ahora me planteás un problema de Estado porque no hay té de Ceilán.

Claro, ahora la flota es tuya, ahora los teléfonos son tuyos, ahora los ferrocarriles son tuyos, ahora el gas es tuyo, pero…, ¡no hay té de Ceilán! Para entrar en un movimiento de recuperación como este al que estamos asistiendo, han tenido que cambiar de sitio muchas cosas y muchas ideas; algunas, monumentales; otras, llenas de amor o de ingenio; ¡todas asombrosas! El país empezó a caminar de otra manera, sin que lo metieran en el andador o lo llevasen atado de una cuerda; el país se estructuró durante la marcha misma; ¡el país remueve sus cimientos y rehace su historia!

Pero, claro, vos estás preocupado, y yo lo comprendo: porque no hay té de Ceilán. ¡Ah… ni queso de Holanda!.¡No hay queso! ¡Mirá qué problema! ¿Me vas a decir a mí que no es un problema? Antes no había nada de nada, ni dinero, ni indemnización, ni amparo a la vejez, y vos no decías ni medio; vos no protestabas nunca, vos te conformabas con una vida de araña. Ahora ganás bien; ahora están protegidos vos y tus hijos y tus padres. Sí; pero tenés razón: ¡no hay queso de Holanda! Hay miles de escuelas nuevas, hogares de tránsito, millones y millones para comprar la sonrisa de los pobres; sí, pero, claro, ¡no hay queso! Tenés el aeropuerto, pero no tenés queso.

Sería un problema para que se preocupase la vaca y no vos, pero te preocupás vos. Mirá, la tuya es la preocupación del resentido que no puede perdonarle la patriada a los salvadores.

Para alcanzar lo que se está alcanzando hubo que resistir y que vencer las más crueles penitencias del extranjero y los más ingratos sabotajes a este momento de lucha y de felicidad. Porque vos estás ganando una guerra.

Y la estás ganando mientras vas al cine, comés cuatro veces al día y sentís el ruido alegre y rendidor que hace el metabolismo de todos los tuyos. Porque es la primera vez que la guerra la hacen cincuenta personas mientras dieciséis millones duermen tranquilas porque tienen trabajo y encuentran respeto.

Cuando las colas se formaban no para tomar un ómnibus o comprar un pollo o depositar en la caja de ahorro, como ahora, sino para pedir angustiosamente un pedazo de carne en aquella vergonzante olla popular, o un empleo en una agencia de colocaciones que nunca lo daba, entonces vos veías pasar el desfile de los desesperados y no se te movía un pelo, no. Es ahora cuando te parás a mirar el desfile de tus hermanos que se ríen, que están contentos… pero eso no te alegra porque, para que ellos alcanzaran esa felicidad, ¡ha sido necesario que escasease 'tu' queso!.

No importa que tu patria haya tenido problemas de gigantes, y que esos problemas los hayan resuelto personas. Vos seguís con el problema chiquito, vos seguís buscándole la hipotenusa al teorema de la cucaracha, ¡vos, el mismo que está preocupado porque no puede tomar té de Ceilán! Y durante toda tu vida tomaste mate! ¿Y a quién se la querés contar? ¿A mí, que tengo esta memoria de elefante?.

¡No, a mí no me la vas a contar!"

domingo, 16 de septiembre de 2012

LA SOCIEDAD QUE GUSTA A LOS CACEROLUDOS

La nieta de Norma Pla nos cuenta como era el modelo de sociedad fallida que sigue gustando a los caceroludos, a pesar del fracaso evidente sufrido por nuestra sociedad cuando le fueron impuestas las recetas neoliberales. En su relato, resalta palmariamente la absoluta libertad actual, que disfrutan los "indignados" opositores para manifestarse; frente a las repetidas detenciones, que debió soportar su abuela, como consecuencia de sus legítimos reclamos, a manos de los "demócratas" liberales.
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"En los noventa la 'apertura' al primer mundo, había dólares, un montón, valían sólo un peso, se podía comprar de todo y se podía viajar, salir del país, comprar afuera, traerlo y no había necesidad de pagar ningún impuesto por ello. Había además libertad de expresión, y las cadenas nacionales no se usaban, no era necesario, el presidente podía mostrarnos sus Ferrari en lo de Susana, en lo de Mirta o en lo de Bernardo.
Hubo otro país, otro país que producto de la 'apertura' se quedó sin trabajo, porque las fábricas cerraron y ese otro país trabajaba en las fábricas. Sino tenía trabajo no tenía ingresos. Si tenías trabajo, no había ni aumentos, ni paritarias, ni posibilidades de proyectar. Sino tenías ingresos daba igual si el dólar valía un peso, dos, cuatro, si se podía comprar o si no se podía comprar, si había que declararlo o no había que declararlo. Daba igual. Daba igual si se podía viajar o no se podía viajar. Cuando la vida cotidiana te apremia, los problemas son otros esas preocupaciones no están en el horizonte de lo posible.
No había cadena nacional. Tampoco había 'planes para todos'.
Mi abuelo era obrero gráfico. Lo echaron en 1982 porqué la fábrica 'quebró'. Después de ahí no volvió a encontrar trabajo, trabajo en serio 'en blanco' (como es el trabajo para quienes fueron obreros toda su vida), hizo lo que pudo, pero unos años después falleció. Mi abuela tenía dos hijos grandes, varios nietos y dos hijos adolescentes. La pensión era poca, los remedios se pagaban, y los hijos mayores la ayudaban como podían, mientras intentaban mantener su pequeño taller cuenta propia al compás de una apertura al mundo que no parecía estar beneficiándonos. Mi abuela compraba en el mercado central, si podía comprar, y sino iba a ver que encontraba para traernos, cosas que después mi mamá ingeniaba el modo de cocinar.
Cuando mi abuela fue a protestar, por sus derechos, como el derecho que todos reconocen a manifestar en reclamo de lo 'justo', la policía irrumpió en la 'olla popular' que estaban haciendo (la onda cacerolazo todavía no se había impuesto, las cacerolas se usaban para cocinar, para alimentar, como corresponde), se llevó en andas a ella y a todos los viejos que la acompañaban, se llevaron todas las cosas que jamás nos devolvieron (porque las cosas eran nuestras, porque las cosas se las prestaron los hijos, los vecinos, los amigos para acompañarla en su protesta)…. se la llevaron presa, y no es un eufemismo, se la llevaron presa y mis tíos tuvieron que ir a sacarla…. no fue la única vez, muchas y muchas otras veces la volvieron a llevar, a ella y a muchos otros compañeros, jubilados, piqueteros, 'perdedores' de un sistema que benefició a pocos y perjudico a muchos de nosotros.
En esa época no había cadena nacional. Tampoco había 'planes para todos'. Tampoco había jubilaciones dignas, ni aumentos programados, ni trabajo. Tampoco había libertad de expresión, si te quejabas, te llevaba la cana, 'por la razón o por la fuerza', no importa si eras mujer, mayor, ni si el reclamo era justo o no.
Ayer por mi barrio no escuché una cacerola. Por Constitución, que andábamos justo por ahí con Emi, tampoco. Por el de mi amiga Karini, en Avellaneda, tampoco. Son todos barrios populares, barrios 'al sur', barrios con las marcas visibles de la desigualdad social. Y no escuché una cacerola. Mi mamá que vive allá por el 'tercer cordón' prendió la tele y me llamó para preguntarme que pasaba, porque no entendía nada, porque allá no pasaba nada.
Pero aún más, no importa, hubo, dos, tres, miles o millones de cacerolas, no importa, hubo, estuvieron ahí, reclamaron por la inseguridad y la falta de justicia, por el totalitarismo y la falta de libertad. . No escuché sobre la actuación policial ni sobre algún incidente. Se expresaron como ciudadanos responsables y después se volvieron a sus casas. A mi abuela siempre había que ir a buscarla a la comisaría… "
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Sin comentarios..., los hechos son incontrastables.